“Vamos a necesitar un barco más grande”: El rodaje de Jaws
Cuando Jaws (Tiburón) llegó a los cines en el verano de 1975, no solo aterrorizó a una generación de bañistas: redefinió por completo la forma de hacer cine en Hollywood. Pero el éxito en pantalla del tiburón fue todo menos fluido. Detrás de cámaras, la producción fue un caos total, un desastre de alto riesgo que casi se hunde por completo. El improbable triunfo de Jaws es una historia de perseverancia creativa, innovación técnica y puro instinto de supervivencia—tanto para los personajes ficticios como para los cineastas.
Orígenes: Un libro con dientes
Todo comenzó en 1974, cuando la novela Jaws de Peter Benchley se convirtió en un éxito de ventas. Inspirada en ataques reales de tiburones y en la figura del cazador Frank Mundus, la historia combinaba horror, política local y supervivencia pura. Universal Pictures compró rápidamente los derechos, y los productores Richard Zanuck y David Brown eligieron a un director joven y casi desconocido: Steven Spielberg, de tan solo 26 años.
Spielberg venía de dirigir The Sugarland Express, pero vio algo en Jaws más allá de un simple monstruo marino. Para él, el tiburón era solo un detonante. El verdadero drama estaba en los humanos: en su miedo, en su orgullo, en su lucha por controlar la naturaleza. Spielberg no quería hacer una película de monstruos, sino una historia sobre cómo se desmorona la gente bajo presión.
Benchley escribió los primeros borradores, pero eran demasiado fieles a la novela, la cual Spielberg consideraba innecesariamente compleja. Con el tiempo, el propio Spielberg simplificó el guion, eliminando personajes secundarios y reforzando el suspenso. Más tarde, Carl Gottlieb, inicialmente contratado como actor, fue traído como guionista para añadir humor y realismo, dándole al filme una frescura que resultaría fundamental.
Caos mecánico: El tiburón que no quería nadar
Una de las ironías más grandes de Jaws es que el tiburón—el gran villano de la historia—casi nunca funcionó. Spielberg y su equipo mandaron construir tres tiburones mecánicos a tamaño real, diseñados por el veterano Robert Mattey. Los apodaron “Bruce”, en honor al abogado de Spielberg. El problema: estaban hechos para funcionar en agua salada… y fracasaron una y otra vez.
El agua corroía los sistemas neumáticos. Los cables se rompían. A veces el tiburón se hundía. Otras veces no salía a la superficie. Cada día de filmación comenzaba con la misma pregunta: “¿Funciona el tiburón hoy?” Casi siempre, la respuesta era no. El rodaje, planeado para durar 55 días, se extendió a 159. El presupuesto original, de 4 millones de dólares, se disparó a más de 9 millones. Spielberg temía que esta película fuera el final de su carrera.
Paradójicamente, que el tiburón no funcionara obligó a Spielberg a ser más creativo. En lugar de mostrar al monstruo directamente, usó la cámara, la música y la edición para insinuar su presencia. Este enfoque, heredero de Alfred Hitchcock, hizo que la película fuera aún más aterradora. Lo que no vemos es más escalofriante que lo que sí vemos.
Una pesadilla en el mar
Filmar en el océano puede sonar romántico, pero fue una pesadilla logística. La mayoría de películas que involucran el mar se graban en estudios o en tanques de agua controlados. Spielberg insistió en filmar Jaws en el Atlántico real, frente a la costa de Martha’s Vineyard, para lograr mayor realismo. El resultado fue un caos.
Los botes se salían de cuadro. Los actores vomitaban del mareo. Los equipos se dañaban. Las olas arruinaban tomas. Los miembros del equipo quedaban varados. Todo era impredecible. El director de fotografía Bill Butler tuvo que improvisar plataformas flotantes para estabilizar las cámaras. A veces pasaban horas solo para reiniciar una toma.
La producción fue tan difícil que el equipo empezó a llamar a la película Flaws (“Defectos”, en vez de Jaws). Spielberg confesó que ni siquiera fue al último día de rodaje por miedo a que lo tiraran al mar.
El reparto: tres hombres, un bote y mucho whisky
El elenco de Jaws fue otro golpe de suerte. Spielberg no quería actores famosos que rompieran la ilusión. Eligió a Roy Scheider como el jefe Brody, a Richard Dreyfuss como el oceanógrafo Hooper, y a Robert Shaw como el cazador de tiburones Quint.
La tensión entre ellos era real, sobre todo entre Shaw y Dreyfuss. Shaw, bebedor empedernido, era brillante pero impredecible. Las peleas fuera de cámara le dieron intensidad a sus escenas. Pero Shaw también contribuyó uno de los momentos más icónicos del filme: el monólogo del USS Indianapolis.
Ese monólogo, que relata un hecho real donde marinos fueron devorados por tiburones en la Segunda Guerra Mundial, no estaba en el guion original. Fue escrito por Shaw con ayuda de Gottlieb y John Milius. La escena, filmada en unas pocas tomas tras varios intentos fallidos, es hoy una de las más recordadas del cine.
Verna Fields y el arte de la edición
Otra heroína olvidada de Jaws fue la editora Verna Fields. Spielberg le dio libertad total, y ella transformó el desastre en una obra maestra. Su manejo del ritmo, del suspenso y de los cortes fue fundamental. Su decisión de mostrar lo menos posible al tiburón, de sugerir más que mostrar, elevó el terror.
Ganó el Oscar por su trabajo, y se le atribuye haber inventado el corte “wipe-by”, donde un objeto que pasa por la cámara permite una transición perfecta entre tomas.
La música que lo cambió todo
Cuando John Williams le mostró a Spielberg el tema musical de Jaws, este pensó que era una broma. Dos notas: E y F, alternadas, simples. Pero Williams insistió, y esa música se volvió el alma de la película. No solo acompañaba al tiburón: lo representaba.
La partitura le valió un Oscar a Williams y se convirtió en uno de los temas más reconocibles del cine.
FLAWS: Una película sobre la película
Con los años, el caos del rodaje de Jaws se volvió tan legendario como el propio tiburón. En 2023, el guionista Christopher McDonald escribió Flaws, una película sobre la realización de Jaws. El guion fue aclamado, incluido en la Black List de los mejores guiones no producidos, y elogiado por retratar el desastre del rodaje con humor, drama y autenticidad.
La historia detrás de la historia ya es una historia en sí misma.
El estreno que cambió Hollywood
Pese a todos los problemas, Jaws se estrenó el 20 de junio de 1975. Universal apostó por algo inédito: lanzarla en más de 450 cines al mismo tiempo, con una enorme campaña publicitaria en televisión. Funcionó. Recaudó más de 7 millones en su primer fin de semana y terminó generando 476 millones en total. Se convirtió en la película más taquillera de la historia… hasta que llegó Star Wars.
Más aún, Jaws inventó el concepto de “blockbuster de verano”: un estreno masivo, bien publicitado y diseñado para atraer multitudes. Cambió las reglas del cine comercial.
Legado: El tiburón que aún muerde
Casi medio siglo después, Jaws sigue siendo un referente. Se estudia en escuelas de cine, se cita en la cultura popular y todavía impide que muchos se metan al agua. Spielberg hizo películas más sofisticadas después, pero pocas con el poder visceral de Jaws.
Su legado no es solo un tiburón asesino. Es una lección de resiliencia, de cómo los fracasos técnicos pueden dar lugar a una obra maestra. El tiburón no funcionaba, pero eso hizo que la película funcionara aún mejor.
Como dijo el propio Spielberg: “La película pasó de ser una cinta de horror al estilo japonés a un thriller más de estilo Hitchcock, donde mientras menos ves, más sientes.” Jaws comenzó como una simple película de monstruos… y terminó siendo una de las más influyentes en la historia del cine.