Jared Leto: Del forastero inquieto a Tron: Ares

Pocos actores modernos dividen tanto la opinión pública como Jared Leto. Para algunos, es un camaleón: un intérprete intrépido que desaparece en sus papeles, ya sea como una mujer trans en Dallas Buyers Club, un tecnócrata ciego en Blade Runner 2049 o un excéntrico Paolo Gucci cubierto de prótesis. Para otros, es un provocador cuyas excentricidades de método y controversias fuera de la pantalla eclipsan su talento. Pero, se lo mire como se lo mire, la trayectoria de Leto es innegable: lleva tres décadas persiguiendo la transformación, casi siempre en los márgenes de lo convencional en Hollywood.

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Ahora, al encarnar a Tron: Ares —la nueva entrega de la saga de ciencia ficción de Disney— Leto se enfrenta a un papel que parece hecho a su medida: Ares, un programa autoconsciente que cruza al mundo real. No es solo un rol más en su carrera; es la culminación de una fascinación de toda la vida con Tron y la tecnología, y quizá una oportunidad de redefinir su legado.

Infancia y la influencia nómada

Nacido el 26 de diciembre de 1971 en Bossier City, Luisiana, Jared Joseph Leto creció en un entorno inestable pero rico en creatividad. Sus padres se divorciaron pronto, su padre murió cuando él era niño, y gran parte de su educación recayó en su madre, Constance, quien rodeó a Jared y a su hermano Shannon de arte, teatro y música.

Debido a que su abuelo estaba en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la familia se mudaba constantemente. Leto ha dicho que esta vida nómada lo marcó: aprendió a adaptarse, a observar y a usar la creatividad como identidad estable en medio del cambio. Abandonó la secundaria en décimo grado, volvió a inscribirse después, y estudió artes visuales y cine en Filadelfia y Nueva York antes de mudarse a Los Ángeles. Su sueño original era dirigir. La actuación, al inicio, era solo un camino lateral.

El gran salto: My So-Called Life

En Los Ángeles, a principios de los años noventa, Leto consiguió papeles pequeños en televisión. Su salto a la fama llegó en 1994 con la serie de culto My So-Called Life, donde interpretó a Jordan Catalano, el distante interés romántico del personaje de Claire Danes. La serie duró solo una temporada, pero marcó a una generación. Catalano convirtió a Leto en un ídolo adolescente, algo con lo que él siempre se sintió incómodo.

En lugar de aprovechar ese tipo de papeles, se inclinó hacia el cine independiente. How to Make an American Quilt (1995), The Last of the High Kings (1996) y Switchback (1997) fueron parte de su transición. Pero con Prefontaine (1997), donde interpretó al corredor olímpico Steve Prefontaine, se ganó el respeto crítico. Estudió sus gestos, su voz y hasta corrió con sus zapatillas. Ahí nació su reputación de actor de inmersión.

Método y riesgo: la década del 2000

En los 2000, Leto afianzó su fama de transformarse radicalmente. En Requiem for a Dream (2000), perdió mucho peso y vivió en las calles de Nueva York para encarnar la adicción a la heroína de Harry Goldfarb. La actuación fue devastadora y lo confirmó como uno de los talentos más arriesgados de su generación.

Ese mismo año apareció en American Psycho, en un papel secundario pero memorable. Luego vinieron Panic Room (2002), Lord of War (2005) y la extraña Mr. Nobody (2009), donde interpretó múltiples vidas y edades.

Al mismo tiempo, junto a su hermano Shannon fundó Thirty Seconds to Mars (1998). Al principio, la banda enfrentó escepticismo (“el grupo del actor”), pero con A Beautiful Lie (2005) lograron consolidarse en la escena alternativa. Leto dirigió muchos de sus videoclips bajo el seudónimo Bartholomew Cubbins.

Dallas Buyers Club y el Óscar

Su mayor reconocimiento llegó en 2013 con Dallas Buyers Club. Interpretando a Rayon, una mujer trans con sida, bajó más de 15 kilos y vivió como el personaje fuera del set. Su interpretación fue delicada, humana y desgarradora. Ganó el Óscar, el Globo de Oro y el SAG como Mejor Actor de Reparto.

Para muchos, este fue el momento en que Leto dejó de ser polémico y se convirtió en indiscutiblemente brillante. Pero también reforzó su obsesión con los extremos, un rasgo que más tarde sería cuestionado.

El Joker, Blade Runner y el culto al método

Tras el Óscar, Leto buscó papeles más grandes. Encarnó al Joker en Suicide Squad (2016), un rol difícil tras la sombra de Heath Ledger. Leto recurrió al método de manera extrema, enviando supuestos “regalos” extraños a sus compañeros de reparto. Las historias lo convirtieron en leyenda —o en objeto de burla. Su Joker dividió totalmente a los fans.

En Blade Runner 2049 (2017), fue Niander Wallace, un creador ciego de replicantes. Usó lentes opacos para vivir en la ceguera durante el rodaje. El resultado fue inquietante, aunque algunos lo consideraron excesivo.

En paralelo, continuó con la música y dirigió Artifact (2012), documental sobre la batalla legal de su banda con EMI. A esas alturas, ya no era solo actor o músico: era una figura artística integral, con igual parte de talento y espectáculo.

Años recientes: Gucci, WeWork y Morbius

Su filmografía reciente ha sido variada. En House of Gucci (2021), transformado como Paolo Gucci, entregó una interpretación extravagante que dividió a la crítica. En The Little Things (2021) fue nominado nuevamente a premios por su papel inquietante. En WeCrashed (2022), junto a Anne Hathaway, encarnó al fundador de WeWork con un aire excéntrico.

Y luego estuvo Morbius (2022). La película fue un fracaso crítico, pero se convirtió en un fenómeno de memes (“It’s Morbin’ time”). Para otro actor, podría haber sido desastroso. Para Leto, solo alimentó su aura extraña.

Una fascinación de por vida: ¿por qué Tron?

Desde hace años, Leto ha declarado su amor por Tron. Tanto la película original de 1982 como Tron: Legacy (2010) lo marcaron como visiones únicas del futuro digital. Se rumoreaba su interés mucho antes de que Disney confirmara Tron: Ares.

A diferencia de otros proyectos, aquí Leto no es solo protagonista: también es productor y uno de los impulsores del filme. En la Comic-Con 2025 confesó que, incluso de no participar, habría estado “en primera fila aplaudiendo”. Esa pasión personal le da peso al proyecto.

Tron: Ares — Lo que sabemos

  • Personaje: Leto interpreta a Ares, un programa consciente enviado al mundo humano. A diferencia de las entregas anteriores, la premisa se invierte: ya no es el humano dentro de la red, sino la red dentro de la realidad.

  • Reparto: Greta Lee, Evan Peters, Jodie Turner-Smith, Hasan Minhaj y el regreso de Jeff Bridges como Kevin Flynn.

  • Música: Trent Reznor y Atticus Ross (Nine Inch Nails) reemplazan a Daft Punk en la banda sonora.

  • Estreno: 10 de octubre de 2025.

  • Estilo: Más oscuro, más humano, menos nostálgico, según el director Joachim Rønning.

Las imágenes mostradas en Comic-Con lo mostraban en un traje neón rojo, imponente y casi mesiánico. El tema central: la frontera entre la IA y la humanidad, un debate muy actual.

La sombra de la controversia

Como casi siempre en su carrera, Leto llega a este proyecto con polémica. Acusaciones de conducta sexual inapropiada han surgido y, según reportes, Disney habría tenido “reuniones de crisis” internas. Él niega los señalamientos, pero la sombra pesa. Para algunos, esto complica su papel en una franquicia familiar como Tron.

El paralelismo es llamativo: mientras interpreta a un programa que lucha con su existencia en el mundo real, Leto enfrenta sus propios choques entre arte, reputación y rendición de cuentas.

La carrera de Jared Leto nunca ha seguido la línea recta. De la infancia nómada al ídolo televisivo, del adicto esquelético al excéntrico Paolo Gucci, del Óscar a los memes de internet —su trayectoria es un caleidoscopio de extremos.

Tron: Ares puede ser otra entrega polarizante, pero quizá sea la más adecuada. Leto siempre ha estado obsesionado con la transformación: cambiar de cuerpo, de identidad, de realidad. Y Tron es precisamente eso: una metáfora del cruce de fronteras digitales y humanas.

Sea que el público lo acoja como Ares o lo rechace, lo único seguro es que Jared Leto seguirá viviendo en ese espacio ambiguo entre la brillantez y el exceso.

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